A veces el estudio de las matemáticas no es un descubrimiento fácil y natural sino un camino lleno de obstáculos. No es una cuestión de preferencias o afinidad por la materia sino que, en ocasiones, surge una dificultad en el aprendizaje. La discalculia condiciona el desarrollo académico si no se encuentra un camino para trabajar con ella. Cuando esto pasa, algo falla a la hora de desarrollar cálculos y conceptos matemáticos: quizás sea el no poder comparar objetos matemáticos, problemas con las cantidades, con la lectura de símbolos o con las operaciones y cálculos. Hay que identificar qué sucede y ponerse en marcha. Se trata de encontrar el camino que nos llevará al conocimiento de esta materia. Seguramente no será el camino habitual pero, igualmente, nos puede conducir con éxito al lugar donde queremos llegar. Es un trayecto que conoce bien el Dr. Arcadi Navarro. Gracias a una carta enviada a CASIO conocimos la excepcional evolución de su hijo, un joven estudiante que encontró una herramienta fundamental para preparar sus pruebas de acceso a la Universidad: la calculadora.
¿Qué le ha llevado a escribir esta carta?
Lo que me impulsó a comunicarme con CASIO fue darle las gracias por el trabajo que hacen. Por existir y por insistir, las dos cosas. Por proporcionar unas herramientas extremadamente útiles para un proceso muy intenso de entrenamiento. Para un proceso intensísimo de recuperación de una persona que tenía una habilidad matemática muy poco destacada y que gracias a muchas cosas, el esfuerzo personal de algunas personas en concreto y gracias a los instrumentos que proporcionó CASIO consiguió ponerse a un nivel de habilidad matemática muy destacado.
¿Cuándo y cómo llega ese punto de inflexión en el que esta persona supera con creces, a lo mejor, las expectativas que había?
Supera con creces las expectativas que había, desde luego. Fue realmente un proceso que duró unos meses y que resultó tan increíble como aquéllo de ganar masa muscular muy rápidamente o de ponerse en forma para un maratón. ¿Cómo empezó? Empezó de la forma habitual, lo que vivimos muchos padres cuando se acerca 2º de Bachillerato y la Selectividad. Nuestros hijos empiezan a volverse, hasta cierto punto, realistas respecto a sus capacidades y lo que era muy detectable en ese momento era que hacía falta algún tipo de ayuda especial en Matemáticas y en Física. Así que nos fuimos a buscar esa ayuda. Llegó en la forma de un profesor de apoyo, una persona excelente, Joan Padrós que, al cabo de una sesión, a lo sumo dos, sugirió que hacían falta unos instrumentos especiales que ayudaran a la rapidez del cálculo, a la visualización, y ahí es donde entra CASIO.
“De las muchas cosas que hemos aprendido de Joan conviene hoy destacar dos. La primera, que todo se puede entrenar, no hay nada en el cuerpo ni en la mente humana que no sea susceptible de mejora si se entrena. La segunda, que para entrenar bien hacen falta las herramientas adecuadas”
Fragmento de la carta del Dr. Arcadi Navarro a CASIO
¿Podríamos decir que la calculadora, de alguna manera, es una herramienta pedagógica que facilita la inclusión?
Podríamos decir eso, sí. Quizás es solo uno de los aspectos de la utilidad de estas herramientas, no es desde luego el único, pero es un aspecto muy fundamental en el sentido de que no todo el mundo tiene los mismos modos de aprendizaje. Del mismo modo que hoy en día todo el mundo ha normalizado los audiolibros y nadie considera que esto sea un problema para el acceso a la cultura, una buena calculadora es claramente una herramienta de inclusión.
¿Quizás no estamos habituados a conocer el término de discalculia? El concepto de dislexia sí que es más accesible para todos pero el de la discalculia no es algo tan conocido.
Desde luego que no. Yo no soy partidario de entrar en la medicalización de los términos y en el exceso de buscar etiquetas que acaban generando potenciales síndromes o enfermedades. Sin embargo, es un hecho que distintas personas aprenden a leer y a captar la información desde la lectura en momentos distintos de su vida, a ritmos distintos, con facilidades distintas. Y todo esto que es obvio y que hoy en día se conoce, que a veces se diagnostica como dislexia, y de lo que se habla con normalidad y que genera programas de ayuda concretos… Todo eso, no sucede con la discalculia. De hecho, la discalculia, a veces se reprime como antes se reprimía ser zurdo y esto es un absoluto absurdo.
“Todo contribuye, también, a generar buenos hábitos. Entre ellos el más simple y a la vez más difícil: el hábito de que las cosas salgan bien. Como nos enseñó Aristóteles, la virtud no es un hecho, es una costumbre. Somos lo que hacemos repetidamente. La bondad, excelencia, el éxito, por tanto, no son actos, son hábitos. En parte gracias a CASIO, Adriá ha adquirido un hábito nuevo para él: destacar en los exámenes”.
Fragmento de la carta del Dr. Arcadi Navarro a CASIO
En el camino que todos buscamos para lograr conseguir un objetivo, ¿podríamos decir que “todo se puede entrenar”?
Yo creo que en la vida todo, o casi todo, es entrenable. Hay cosas que desafortunadamente no lo son pero son casos de patología. Si uno padece diabetes no puede entrenarse para segregar insulina. Pero estamos hablando de casos extremos, fuera de los cuales, en el devenir normal de su formación como adulto, de su vida académica o profesional y de su tiempo libre, el grueso de las actividades que desempeñamos los humanos son entrenables.
En cuanto al uso de la calculadora en las aulas se escuchan voces que apuntan a que se puede hacer trampas con ellas en un examen. Pero, por otro lado, otras opiniones señalan que quizás el problema está, más que en la calculadora, en que estamos haciendo pruebas o exámenes exactamente igual que se hacían hace 40 años…
¿40 años? Ojalá. En esa pregunta hay muchísimas preguntas. Hace ya pronto 2500 años que Platón en el Fedro discutía y argumentaba en boca de Sócrates el Debate sobre Oralidad y Escritura. Ahí Sócrates argumentaba, con enorme potencia, que los libros son malos porque los libros atrofian el uso de la memoria y no conducen al debate porque uno sólo puede releer y no puede lanzarle preguntas a un libro. La paradoja, por supuesto, es que ese argumentario nos ha llegado por escrito gracias a Platón. Pero ya en ese momento, ese avance tecnológico (escribir sobre papel y hacer muchas copias) se consideraba dudoso y había grandes debates. Lo mismo pasó, siglos más tarde, con la imprenta. Hay avances que suscitan preocupación porque pueden utilizarse para cosas que no son las correctas. Por tanto, yo ya entiendo, asumo, que en el caso de las calculadoras hay debate, pero el hecho es que cualquier avance científico, tecnológico y cultural tiene siempre varias caras. Unas de ellas son positivas y otras pueden ser negativas. Inventado el motor de explosión del automóvil uno puede hacer ambulancias para salvar vidas o construir un tanque.
La clave es saber centrar el debate: ver si las caras positivas de estos avances son de utilidad o no. Si resulta que sí, entonces de ese avance hay que, evitando las consecuencias negativas, sacar el máximo fruto de los aspectos positivos. Creo que ese debería ser el debate alrededor del uso de las calculadoras en el aula.
Sí que me gustaría pedirle algo que creo puede ser útil para familias que están en esa situación. Familias que están descubriendo que a su hijo o a su hija hay algo que les está condicionando el desarrollo académico ¿Qué les podría decir? ¿Qué consejo les podría dar?
En primer lugar, entendamos que, por cuestiones históricas y de masificación, nuestro sistema escolar funciona de manera muy reglamentada y uniformista. Aunque, los pedagogos y las autoridades ya intentan -como pueden- fomentar la diversidad, el hecho es que el sistema que tiene que atender a todos es extremadamente difícil de personalizar. Y en esa personalización está la clave. No hay dos personas que estén en el mismo momento de desarrollo. No hay tampoco muchas personas que lleguen ahí exactamente con la misma edad y no entro en las diferencias de orden socioeconómico, cultural o de tradición familiar. Por tanto, lo primero que hay que hacer cuando uno encuentra este tipo de problema es no alterarse. Es lo esperable que una parte de los jóvenes tengan algo que se identifica como “problemas”. En realidad no son problemas: es normal. Los padres tenemos que responder (hasta el punto que podamos) aportando comprensión, apoyo y recursos. La predicción más esperable es que después de estas etapas la persona acabe siendo un adulto normal, un ciudadano útil y una persona feliz. Tenemos que interpretar esos momentos difíciles dentro de la normalidad.
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