El pasado mayo presentamos cuatro nuevas calculadoras ilustradas y una de ellas fue la dedicada a la matemática barcelonesa Pilar Bayer. Aprovechando este lanzamiento, quisimos hacerle una entrevista a Pilar para saber un poco más sobre su vida y sus investigaciones.
Pilar, ¿tú soñabas más con ser profesora o con ser investigadora?
Cuando yo era adolescente la investigación no se nombraba. El afán investigador nos vino muchos años después. En aquella época, sobre todo las niñas, las que teníamos más afición al estudio, como mucho pensábamos en llegar a ser profesora de instituto y nada más. Yo no podía soñar con ser investigadora, con ser una cosa que no sabía ni que existía. Ahora la gente está preocupada por su futuro, pero nosotros, con 8 o 9 años, lo que queríamos era aprender lo que nos gustaba y hacer bien el examen que tenía el día siguiente o leerme un libro que me interesaba mucho de biología. Esos eran mis sueños, máximo tres días o una semana vista, nada más.
¿Y la música era solo una afición, o una meta de futuro?
La música es muy diferente, porque yo soy hija de músico. Mi padre tocaba en lo que hoy es la Orquesta Sinfónica de Cataluña. En mi casa mi padre estudiaba, luego yo veía los conciertos que daba la orquesta, además él daba clases de música en casa… así que la música era una actividad normal de la casa. Tanto, que yo de niña no podía imaginar que en las otras casas no se hiciera música. Yo estudié música porque quería saber lo que hacía mi papá. No me he dedicado a la música porque para mí no era una profesión, era lo que hacía en casa. Entonces tampoco había mujeres en las orquestas, todo eran hombres, había alguna violinista, una arpista, pero el conjunto eran hombres. Para mí la música ha sido un complemento natural. Que tenemos cinco minutos, pues vamos a ver si ensayamos esto o lo otro. En su día cuando fui madre y tuve a mi hijo, pasó lo mismo, como me veía tocar el piano, pues él también se interesó, con la diferencia de que mi hijo sí que es músico.
Nos gustaría preguntarte por Griselda Pascual i Xufré, que fue tu profesora y luego tu compañera en el doctorado, ¿qué recuerdas más de ella?
La semana que viene tenemos el Seminario de Teoría de Números de Barcelona y he estado dando vueltas y percibiendo lo importante que fue en mi vida Griselda Pascual. Cuando las cosas las tenemos muy a mano las dejamos de valorar y hay un día que tiene que pasar algo para decir: ostras, mira todo lo que me ha hecho esta persona y yo lo he dado siempre por descontado. A Griselda la tuve de profesora de matemáticas en el instituto durante siete años. Entonces empezábamos el bachillerato con 11 años y lo acabábamos con 17 en el preuniversitario. Entré a la universidad y ella era una de las dos personas que daba clases prácticas, pero nunca coincidí con ella en ninguna asignatura. Cuando hacía cuarto, Griselda Pascual, me dijo, ¿quieres estudiar teoría de números? Y yo contesté: ¿teoría de números, con ese nombre tan feo? Le contesté que no, que me gustaba la geometría diferencial. Y me insistió: ¿y la teoría de números no? Al final me matriculé en teoría de números porque Griselda me explicó que era muy interesante. Después me he dado cuenta de que es una especialidad preciosa que tiene un nombre horrible. ¿Por qué? Porque en un momento dado le cambiaron el nombre. La teoría de números, y ahora te gustará más, es la aritmética. La aritmética tiene unas profundidades y te da una visión de por qué ocurren las cosas dentro de las matemáticas.
En toda mi vida, cuando he estado ante encrucijadas he hablado con Griselda y le he preguntado: ¿qué hago ante esta situación que tengo? Ella siempre me orientaba y yo le hacía caso. Ha sido un puntal en mi vida porque era una persona muy moderna. Mucho más que yo incluso, siempre me orientó en el sentido que se tomarían las decisiones hoy en día, no en el sentido en que las tomábamos en aquella época
Cuando te fuiste a Alemania, me imagino que también comienza otra manera de enfocar los estudios y los proyectos matemáticos.
Totalmente. Yo había hecho la tesis doctoral aquí, que la hicimos juntas, Griselda y yo fuimos doctoras el mismo día, llevándonos 20 años. Cuando me fui a Alemania, era la única mujer en la universidad. Fue un cambio radical porque pasé de un país que no se dedicaba a la investigación a otro que tenía una tradición investigadora de 200 años. Vi cómo se hacían las matemáticas por primera vez. Digamos que hasta ese momento yo había estudiado matemáticas y a partir de aquel momento vi cómo se hacían las matemáticas.
Y las matemáticas, que son algo vivo, se hacen con mucha imaginación y mucho trabajo. Son las dos cosas. Al principio nadie se cree dotado para hacer matemáticas, aunque te gusten mucho, pero claro que puedes. Piensas una cosa y al día siguiente de todo lo que has pensado puedes aprovechar un trozo, al día siguiente otro trozo y esto a la larga va convergiendo. Si el problema es interesante, pues al cabo de dos o tres años tú llegas a entender algo. Aquí la gente siempre quiere ir deprisa pero hay que trabajar mucho y entonces da su fruto de manera natural. Es un entrenamiento y sabes que ese problema si lo atacas te va a salir, pero no mañana, el ataque puede durar años.
¿La investigación en matemáticas es un trabajo muy individual o también se trabaja en grupo?
En Alemania aprendí que cuando tú trabajas un problema no debes estar nunca solo porque si tú haces un trabajo intelectual y este trabajo intelectual no lo ventilas, no vas a avanzar. Si tú tienes una idea, la verbalizas, la explicas a otra persona, la otra persona te contesta y hay un feedback, eso hace que avance.En el campo que yo me dedico, dos o tres personas es ideal.
Yo empecé a trabajar en equipo hace 50 años y en aquella época todos eran muy sabios, no se podía preguntar nada y todos estaban encerrados en su despacho. Esta revolución de trabajar en equipo vino después, pero yo me encontré con ello mucho antes de que todo esto se pusiera de moda.
¿Cómo se enseña a amar las matemáticas a los estudiantes? ¿Hay alguna manera de acercarlas a los más pequeños y a los jóvenes?
Yo siempre aplicaba el mismo principio: siempre has de poner un problema por delante, nunca una técnica. La técnica es un aburrimiento. Tú plantea un problema que esté al alcance del niño, del adolescente, del estudiante, del doctorando, un problema que él tenga cerca. Y entonces le preguntas, ¿esto tú cómo lo harías?
Imaginemos que tenemos un niño de 11 años que sabe sumar, restar y multiplicar. Pues ponle delante de un problema en que necesite hacer una división, que lo necesite porque tiene que repartir no sé qué. Y le dices, ¿cuánto toca a cada uno? Y vas pensando y vas hablando con él. Te llevará dos o tres horas, pero el niño sacará el algoritmo de división. En cambio, tú vas y dices, dividir se hace así. No sabe lo que significa dividir y no sabe por qué tú haces aquellas cosas tan raras. Hay que echarle tiempo y discusión. Si lo descubre él mismo no se le olvidará en la vida. Lo habrá descubierto por su cuenta y le va a entusiasmar.
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