El pasado mayo presentamos cuatro nuevas calculadoras ilustradas y una de ellas fue la dedicada a la doctora en matemáticas Maria Bras-Amorós. Aprovechando este lanzamiento, quisimos hacerle una entrevista para saber un poco más sobre su vida, sus referentes y sus investigaciones.
Maria, ¿de pequeña ya querías ser matemática ?
A mí siempre me han gustado mucho las matemáticas, pero de pequeña, si me preguntaban qué quería ser de mayor, yo creo que mi respuesta no era “quiero ser matemática”. Vengo de una familia de padre y abuelos ingenieros y siempre han estado muy interesados en las matemáticas. Mi padre me enseñó a programar desde niña y recuerdo que cuando yo le hacía preguntas de matemáticas, nunca me respondía. Esto me desconcertaba, porque él me decía “piensa”. Yo le preguntaba una cosa, quería una respuesta y no me la daba. Me decía “piensa”, para que yo llegara a ello. A veces pensaba: “pues le pregunto a otra persona que me va a contestar más rápido”. Pero ahora lo valoro. Esto de no tener prisa y dar tiempo para pensar. Aunque no vayas tan rápido, si lo piensas tú, ese conocimiento te va a quedar siempre.
Además de las matemáticas, la música siempre ha estado presente en tu vida.
Sí, siempre. Ha sido fundamental. De hecho, para mí uno de mis mayores hitos en matemáticas ha sido encontrar resultados que conectaban la teoría de la música con temas de matemáticas.
¿Siempre has buscado ese punto de unión entre las dos disciplinas?
Sí, es un tema que me ha fascinado siempre. Lo he tratado desde un punto de vista pedagógico. Cuando nacieron mis hijas me interesé en cómo enseñar los números a los niños. Los niños pasan por etapas y estas etapas se cubren perfectamente con diferentes tipos de canciones y en esto trabajé un tiempo. Luego también a nivel de investigación, porque he demostrado algunos resultados de matemáticas que tenían que ver con la fundamentación musical. O al revés, temas de música con una fundamentación matemática. Me ha gustado siempre ver cómo se retroalimentan estos dos campos. Con las matemáticas se puede formalizar un poco la teoría de la música, en concreto los armónicos musicales. Y también la música, en mi caso, ha alimentado los resultados matemáticos, porque algunas propiedades de la música que yo había percibido desde niña, he podido luego interpretarlas como un comportamiento fractal de los armónicos. Yo quizá no le daba esta palabra pero lo veía desde pequeña y ha sido un placer de mayor darle una forma matemática y utilizarlo como una semilla musical para demostrar resultados interesantes en matemáticas.
Es una investigación que tú has hecho y que se puede compartir con el resto, que eso también es lo interesante.
Claro, por supuesto. He trabajado mucho en un tema que se llama semigrupos numéricos y cuando doy charlas sobre el tema siempre me gusta poner este ejemplo de los armónicos. Me encanta este ejemplo. He demostrado que es el único semigrupo que cumple simultáneamente distintas propiedades matemáticas que tienen que ver con los fractales, los logaritmos y hasta con la proporción áurea. Y tengo que decir que incluso los matemáticos, al final de la charla, normalmente por lo que me preguntan es por este ejemplo musical.
¿Recuerdas a alguna profesora que haya sido un referente para ti?
Sí, Pilar Alcón. La tuve en lo que se llamaba COU, que sería el segundo de bachillerato de hoy. Era una persona encantadora que transmitía las matemáticas con mucho rigor pero a la vez con mucho entusiasmo. Ella había sido alumna de Griselda Pascual y la invitó un día a explicarnos congruencias y cuerpos finitos. Fue un día memorable.
¿Cómo fue tu paso a la universidad? ¿Cuánta presencia de mujeres había en el aula?
Había muchas mujeres como alumnas pero pocas en el profesorado. Había mayoría de alumnos chicos, aunque las chicas llegábamos casi al 50%. De hecho, había más chicas entonces que ahora en los grados de matemáticas. Antes, aunque no llegábamos a la mitad, estábamos cerca de ella, ahora estamos en un 20% de mujeres matriculadas en algunos casos.
¿Tu paso por EEUU fue un punto de inflexión en tu trayectoria?
Sí, fue fundamental. Llegué allí por una beca de doctorado. Estaba leyendo artículos del profesor Michael E. O’Sullivan y contacté con él por correo electrónico para resolver dudas. Yo empecé mandando correos de “Dear Professor Michael E. O’Sullivan”. Y él me contestaba con “Hi Maria” y firmaba como “Mike”. Me fue dando mucha confianza desde el principio y llegó un momento en el que me estaba ayudando tanto que con el dinero que había para viajar en la beca para hacer el doctorado aproveché para ir a visitarlo. Desde el primer día tuve la sensación de que me escuchaba con atención y me daba cancha en las consultas e investigaciones. Fue mi director de tesis en Estados Unidos, y para mí es como un padre científico.
¿Cuál es el campo en el que centras tus investigaciones?
Estoy trabajando en dos áreas distintas, una es la teoría de códigos correctores de errores. Los códigos correctores de errores son estructuras matemáticas que nos permiten enviar información entre dos puntos de modo que, aunque haya ruido por en medio, si la información llega distorsionada, se pueda reconstruir y obtener la información original sin errores. El ejemplo más cotidiano hoy en día es el código QR y también el código de barras. La otra área son los semigrupos numéricos, que es un campo donde se combina el álgebra con la combinatoria. Me gusta mucho trabajar todo esto desde un punto de vista computacional también. La matemática y la computación se complementan mucho.
A nivel personal, ¿qué cosas te hacen feliz?
Tocar en la orquesta: es mi momento de la semana. Toco el clarinete y el año pasado toqué el concierto de Mozart con mi orquesta como solista. Fué un momento top.
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